sábado 22 de noviembre de 2008

LA GUERRA DE LOS MUNDOS


LA GUERRA DE LOS MUNDOS

Título: La guerra de los mundos (The war of the worlds)
Dirección: Byron Haskin
Producción: George Pal para Paramount Pictures
Guión: Barré Lyndon, basado en la novela homónima de H. G. Wells
Elenco: Gene Barry, Ann Robinson
Música: Leith Stevens
País: EU
Año: 1953
Duración: 85 min.


De La guerra de los mundos podría pensarse, en principio, que se trata de una película del tipo de las realizadas exclusivamente para promover en la industria el uso de ciertos efectos especiales. Y es que cincuenta años de progresiva mejora en el uso de ellos, no han desmerecido la brillantez del verdadero hacedor de la cinta, su productor George Pal, especialista en este tipo de técnicas. De hecho, la película obtuvo un sólo Oscar en 1953: el de efectos visuales, y si está considerada como un clásico de la ciencia ficción, se debe precisamente al excelente uso de estos recursos.

Al igual que la famosa adaptación radial de Orson Welles de 1938, la cinta evade la ubicación en la original Inglaterra victoriana de la novela de H. G. Wells en la que está basada, por una norteamericana y contemporánea, el sur de California.

La trama es sencilla. Los marcianos llegaron ya…con la pérfida intención de eliminar a la población de la Tierra mediante el uso de naves protegidas por cubiertas invisibles impenetrables. Nuestra especie se descubre indefensa, incapaz de responder con su propia tecnología.

En efecto, procedente de Marte, un objeto con aspecto de meteorito aterriza cerca de un pequeño poblado. Entre la multitud de curiosos que se acercan está el científico Clayton Forrester, quien para no perder tiempo se liga ahí mismo a Sylvia Van Buren, sobrina del cura local, Lewis Martin. Debido a que el meteorito aún está muy caliente para ser examinado, Forrester decide esperar un día y deja a tres lugareños haciendo guardia; éstos, tan pronto quedan solos, deciden investigar por su cuenta, por lo que resultan evaporados por algo que surge del meteorito, en realidad un transportador espacial. Los marcianos utilizan naves en forma de hongo equipadas con “rayos calóricos” (esta arma viene directa de la novela de Wells) para perseguir a los indefensos terrícolas. Cuando el ejército es requerido, los marcianos demuestran su rudeza despachándose al tío de Sylvia quien, con supina inocencia, pretende negociar pacíficamente con ellos. Mientras Clayton y Sylvia buscan refugio, los marcianos entran en una especie de éxtasis destructor; nada, ni siquiera una bomba atómica, puede detenerlos. El clímax ocurre en una asediada ciudad de Los Angeles, en la que Forrester pelea contra una muchedumbre de refugiados y saqueadores para pasar con Sylvia el fin de la existencia humana. Pero los invasores no contaban con aquellos a los que Wells llama en su novela “los seres más humildes que Dios, en su inmensa sabiduría, puso sobre la Tierra”.

Aunque los diálogos resultan en ocasiones de lo más elemental, el guión transita hacia el desenlace sin enredarse; la trama siempre salta, evade y escapa en el momento oportuno. Los realizadores supieron dónde y cuándo cargar emocionalmente la cinta mediante el uso de los efectos visuales que, incluso bajo patrones actuales, resultan espectaculares, con esas naves marcianas en vuelo rasante y depredador; lo mismo sucede con los montajes de multitudes en estampida o con las destrucciones urbanas.

Los actores saben ceder protagonismo a la acción en suspense y recitan sus párrafos en forma escueta, permitiendo que la trama siga su curso. En una escena memorable, la pareja protagonista se esconde entre las polvorientas ruinas de un edificio mientras un ojo marciano escudriña por las ventanas en busca de cualquier signo de vida. La escena de Parque Jurásico, de Spielberg, en la que un velocirraptor mira a través de un cristal en busca de los nietos del propietario resulta, en el mejor de los casos, un homenaje a La guerra de los mundos.

Para traer reminiscencias de la novela original – por lo demás bastante lejana – se incluye la británica y resonante voz en off del actor inglés Herbert Marshall, al principio para encarrilar la historia y al final, para entregarnos el súbito desenlace. Debido a que la película fue rodada en Estados Unidos durante una de las etapas más paranoicas de la denominada Guerra Fría, algunos espectadores de la época habrán regresado a sus casas convencidos de que los comunistas eran marcianos estalinistas.

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