El anime japonés de ciencia ficción
El anime japonés de ciencia ficciónRecientemente exhibimos en el cinedebate que cada semana organizamos en
Universum Museo de la Ciencia (México) un ciclo integrado por cuatro películas de ciencia ficción pertenecientes al denominado
anime.
El
anime es animación japonesa; sin embargo, a diferencia del comic y animación norteamericano, que data de los años 30, tiene sus inicios como tal alrededor de 1968. Después de la segunda guerra mundial, Japón quedó expuesto a una nueva cultura occidental que comenzó a adoptar. Surgido en una situación económica difícil, el
anime dio paso a nuevas técnicas para hacer más barato el proceso sin perder la calidad del resultado. Los japoneses supieron hacer de la necesidad virtud y crear un estilo nuevo e inconfundible, rompiendo muchas de las reglas asentadas de la animación. Uno de los principios fundamentales de la animación occidental fue y es, que nunca hay que mover la cámara, sino que es el dibujo animado el que tiene que moverse; los japoneses, para ahorrar el dibujo de nuevas células o viñetas, exploraron con la cámara las pocas que tenían. De esta manera, explotaron los dos movimientos básicos de cámara, el que acerca para destacar un detalle en el plano, y el que se aleja, para descubrir algo oculto a nuestra vista.
No fue el único cambio. Mientras que la animación norteamericana hundía sus raíces en el cine, copiando sus formas, el
anime se inspiraba en el cómic japonés, el manga, considerado en Japón como una forma literaria más. De esa manera, la aproximación tridimensional del cómic, en la que el punto de vista cambia en cada viñeta para evitar el aburrimiento, se transformó con el
anime en un montaje de planos cortos y perspectivas cambiantes, opuesto al estilo occidental de planos largos y cámara casi estática, que fue la norma hasta hace muy poco. Además, mientras que la animación occidental estaba dirigida a un público mayoritariamente infantil y familiar, el
anime invade casi todos los géneros del cine popular, desde la comedia romántica y el retrato de costumbres, a la novela histórica, la ciencia ficción o el cine erótico.
Con relación a los filmes
anime de ciencia ficción, se trata de productos con formatos que satisfacen los requerimientos de la lógica dominante y la cultura masiva, pero que presentan argumentos en los que se advierte sobre el riesgo de los hechos tecnológicos novedosos, en particular los productos biotecnológicos e informáticos.
¿Por qué se plantea pensar la tecnología a través de dibujos animados de ciencia ficción? La respuesta está en la importancia que asumen las formas como expresión de una época. La tecnología se ha convertido en un símbolo de la sociedad de nuestros días. A la par se produce un cambio cultural alineado con la imagen visual, que se ha instalado masivamente a través del cine, la televisión, el video, la informática y los videojuegos. La ciencia ficción - Japón tal vez sea su máximo consumidor- extrapola al futuro este paisaje cultural. Se describe una realidad compleja, no sólo en supertecnologías, sino también en la organización política y social, que alude al consumismo y a la proliferación de clones, robots, cyborgs y hologramas, se apela a la inteligencia artificial y a la informática; en el fondo es una distopia en la que asoma un mundo atroz. En contraposición, cabe citar la empatía que tiene Japón con la tecnología, de allí que la haya desarrollado en la industria de robots, que creó varios autómatas con forma humana. Es evidente que la sociedad japonesa no padece tanto del complejo de Frankenstein como la occidental, que ve con cierto recelo y temor a los robots.
Las películas que tuvimos la oportunidad de presentar durante el ciclo aludido, reflejan esta obsesión tecnocientífica que acabo de señalar.
En la primera de ellas,
Kokaku Kidotai (El fantasma en el caparazón, 1995), del director
Mamoru Oshii, un clásico de la moderna animación japonesa, nos encontramos con la casi total integración entre humanos y máquinas. La pregunta que gira alrededor de toda la película es dónde está la frontera entre la conciencia artificial y la humana.
La segunda,
Metoroporisu (Metrópolis, 2001), del director Rintaro, es una adaptación del clásico manga
Metrópolis, del legendario Osamu Tezuka. Tanto el cómic como la película revelan la influencia del film expresionista de
Fritz Lang en el diseño de la ciudad futurista. Pero ambos tienen personalidad propia.
Uno de directores ya legendarios de
anime es Hayao Miyazaki, conocido recientemente por haber ganado el premio
Oscar de la Academia por
El viaje de Chihiro; de él pudimos apreciar Kaze no Tani no Naushika (
Nausica en el Valle del Viento, 1984), sin duda la más interesante de este ciclo. Se trata de una historia que recurre a ideas atemporales y que transcurre en un continente y una época imaginarios;
Miyazaki plantea el desequilibrio existente entre el desarrollo de las civilizaciones humanas y la conservación de la naturaleza.El ciclo finalizó con
Fantasía Final VII: Los niños que vendrán (Japón, 2005), de los directores Tetsuya Nombra y Takeshi Nozue, historia basada en el exitoso juego de Play Station Final Fantasy VII. En la película hay de todo: filosofía, acción, melodrama, etc. Y un exceso de referencias al videojuego en el que el filme está basado, así como decenas de simbolismos.
Etiquetas: animación, tecnología
miércoles, 28 de mayo de 2008
El jardinero fiel (The constant gardner)
Dirección: Fernando Meirelles
Guión: Jeffrey Cine, basado en la novela homónima de John Le Carré
Elenco: Ralph Fiennes, Rachel Weisz
País: Reino Unido
Año: 2005
Duración: 129 min. Hace dos o tres décadas, el escritor de novelas de espionaje
John Le Carré deleitaba al mundo con un conjunto de narraciones entre las que destacan El espía que surgió del frío, Una pequeña ciudad de Alemania y El topo. Todas ellas compartían un escenario histórico concreto: las hostilidades habidas entre el espionaje soviético y el británico durante la guerra fría. A la finalización de esta última, no pocos pensaron que Le Carré se había quedado sin tema para sus novelas; estaban equivocados, el prolífico autor siguió ubicando a sus personajes en el centro de conflictos históricos contemporáneos, ya sea los de Oriente Medio (La chica del tambor) o Centroamérica (El sastre de Panamá). Una de sus últimas novelas, ubicada en el Africa Negra, ha sido llevada a la pantalla, y el resultado de dicha adaptación es la película cuya reseña abordamos.
En Kenya, Tessa Quayle, una combativa activista, es asesinada en compañía de un médico local y todo parece apuntar hacia un crimen pasional. Miembros del Alto Comisionado Británico en la región están convencidos de que el viudo de Tessa, el apacible aficionado a la jardinería Justin Quayle, dejará el asunto en sus manos, pero no es así. Perseguido por los remordimientos y herido por los rumores de las supuestas infidelidades de su esposa, Justin decide limpiar el buen nombre de su mujer y "acabar lo que ella empezó". Para conseguirlo, debe aprender a marchas forzadas cómo funciona la industria farmacéutica -Tessa estaba a punto de descubrir un escándalo con medicamentos experimentados en la población local- y viajará por dos continentes en busca de la verdad.
Hay dos partes igualmente importantes en la película. La historia de amor y los elementos del thriller van de la mano, no existe una cosa sin la otra. Por un lado, escándalos corporativos, sus hechos delictivos y sus manipulaciones. Por otro, la relación amorosa ente Tessa y Justin, quien emprende un viaje no sólo para sacar a la luz las investigaciones que ella hacía; también va tras la pista de la relación que les unía. Redescubre y reconsidera la relación con su mujer.
La novela de John Le Carré toca el tema de la responsabilidad y los gigantescos beneficios de una de las industrias más grandes del mundo, la farmacéutica. “La Gran Farmacia, como se le conoce, tiene de todo: esperanzas y sueños; un vasto potencial para el bien, explotado en parte; y un lado muy oscuro en el que se mueven enormes cantidades de dinero, un secretismo patológico, corrupción y avaricia”, señala el propio escritor.
Cada vez más se cuestionan las prácticas comerciales de las trasnacionales farmaceúticas, cuyas ventas alcanzaron en 2002 la cifra de 430 billones de dólares. Para justificar los precios que imponen y su férrea defensa de las patentes, algunas compañías alegan que los costos de investigación son muy elevados y que deben someter sus productos a años de pruebas antes de sacarlos al mercado. Las organizaciones de consumidores replican que los productos se elaboran con base en resultados de investigaciones pagadas con fondos públicos. Se han alzado muchas voces dudando de la cifra de 800 millones de dólares que la industria dice necesitar para lanzar un nuevo medicamento al mercado. Las organizaciones de consumidores argumentan que ese dinero va al marketing, y que a eso se debe la avalancha publicitaria que lanzan sus departamentos de relaciones públicas. Las palabras mágicas que repiten sin cesar son “investigación, innovación”... Pero aunque la retórica suene bien, no tiene nada que ver con la realidad, dicen los activistas. La investigación y el desarrollo ocupan una porción relativamente pequeña de los presupuestos de las compañías farmacéuticas, en comparación con sus enormes gastos administrativos y publicitarios. “Los precios que cobran por los medicamentos tienen poco que ver con los costos de producción y podrían reducirse drásticamente sin poner en peligro los departamentos de investigación y desarrollo”, señaló la periodista Marcia Angell, en su libro de 2004, “La verdad acerca de las compañías farmacéuticas”.
Los activistas también acusan a la Gran Farmacia de ignorar medicamentos innovadores y dedicarse al desarrollo de productos derivados de otros que han resultado exitosos, concentrando sus esfuerzos en enfermedades del mundo occidental tales como la
hipertensión, la
calvicie o la impotencia geriátrica, e ignorando las enfermedades
endémicas de un Tercer Mundo que no aporta beneficios. La población de estos países se ve diezmada por el sida, la
tuberculosis o la
malaria (esta última afecta aproximadamente a 500 millones de personas al año y se estima que mata a un niño cada 20 segundos). A pesar de que estas nuevas naciones soportan una tremenda carga endémica, sólo representan un porcentaje mínimo de los beneficios de la Gran Farmacia.
Cuando se agotan los argumentos, algunos portavoces de la industria farmacéutica recuerdan que no son filántropos y que se deben a sus accionistas. La pregunta es si la salud debe ser una cuestión de dinero o de justicia.
Etiquetas: historia de amor, thriller
domingo, 18 de mayo de 2008
Paseando con dinosauriosLa serie documental Paseando con dinosaurios (Walking with dinosaurs, BBC, 1999), marcó un hito dentro de la industria del documental de naturaleza transmitido por TV. En lugar de basarse en la usual sucesión de entrevistas a paleontólogos y escenas de excavaciones y museos, los 6 episodios de Paseando con dinosaurios se desarrollan como los documentales comunes sobre historia natural, tomando uno o varios animales como protagonistas y mostrando su interacción con el medio, sus presas, depredadores y otros seres vivos. Locaciones en Nueva Caledonia, Estados Unidos, Chile y Australia fueron seleccionadas para recrear los ecosistemas mesozoicos de Europa, América y la Antártida debido al parecido del paisaje con el que era común en cada una de las épocas mostradas. En cuanto a los animales, la mayoría fueron reconstruidos y animados por computadora, aunque en algunos casos se optó por construir animatronics (sobre todo para los primeros planos) y en contadas ocasiones se usaron "animales actores" para representar a sus parientes primitivos (ej. la cacerola de las Molucas).
El primer capítulo, "Sangre joven”, nos ubica en el Triásico superior, hace 220 millones de años, cuando en lugar de los cinco continentes actuales existía sólo uno, Pangea, y el planeta atravesaba por un periodo climático de marcada aridez. Los dinosaurios, representados por Coelophysis, un terópodo, son todavía un grupo de reciente aparición que comienza a desplazar a otros animales más primitivos como los cinodontos (reptiles mamiferoides) y dicinodontos como las placerias. En este primer capítulo se hace evidente la técnica de dramatización que caracteriza a la moderna escuela británica del documental de naturaleza. Así, los espectadores nos involucramos emocionalmente con una familia de cinodontos por el sólo hecho de identificarlos como precursores de los mamíferos.
El segundo capítulo, "La Era de los Titanes", nos traslada al Jurásico superior, hace 150 millones de años, cuando Pangea ha comenzado a separarse, el mar gana terreno y el clima se ha vuelto más húmedo, con lo que los desiertos del Triásico han cedido su lugar a inmensos bosques de coníferas y praderas de helechos, en los que los dinosaurios encontraron un medio propicio para diversificarse. Géneros de dinosurios saurópodos, herbívoros gigantes, como Brachiosaurus y Diplodocus, son aquí espectacularmente representados. En el tercer episodio, "Mar despiadado", seguimos en el Jurásico superior. Europa se halla reducida a un archipiélago con millares de islas e islotes separados por aguas marinas cálidas y poco profundas. La forma de vida dominante son los reptiles marinos de todo tipo, entre los que destacan plesiosaurios como Cryptoclidus y pliosaurios como Liopleurodon.
Durante la cuarta entrega, "Gigante del Cielo, estamos en el Cretácico inferior, hace 120 millones de años. Los continentes siguen fragmentándose y moviéndose hacia posiciones vagamente similares a las actuales. El joven Atlántico crece, mientras los pterosaurios se diversifican y empiezan a volverse comunes algunos grupos de reciente aparición, como las aves y las plantas con flores. Grandes manadas de iguanodontes dominan las tierras emergidas, mientras los ornitoqueiros, un grupo de pterosaurios gigantes, realizan largas migraciones entre Europa y América del Sur. La historia del viaje transoceánico de uno de estos últimos, probablemente sea la más dramática de toda la serie. En el quinto episodio, "Espíritus del Bosque Helado", seguimos en el Cretácico, hace 106 millones de años. La Antártida, unida a Australia y América del Sur, posee un clima estacional con heladas importantes en invierno, pero mucho más cálido que el actual. En sus bosques viven animales migratorios, dinosaurios sedentarios adaptados a fríos inviernos y algunas reliquias del pasado, como los anfibios laberintodontes.
El sexto y último capítulo, "Muerte de una Dinastía", transcurre durante el Cretácico tardío, hace 65 millones de años. Los mares interiores han desaparecido, los continentes chocan ocasionando múltiples erupciones volcánicas y nuevas cordilleras montañosas, y el clima se torna más frío, seco y estacional. Han desaparecido la mayoría de los pterosaurios y algunos grupos de dinosaurios, pero otros se encuentran en pleno apogeo. Inesperadamente, un meteorito choca con la Tierra y origina una extinción masiva en la que perecen todos los dinosaurios salvo algunos grupos de aves.
La serie no está exenta de detalles cuestionables. Por momentos los espectadores corren el riesgo de suponer que grupos como los pterosaurios, plesiosaurios e ictiosaurios eran dinosaurios. Y si bien se menciona que los reptiles voladores y los marinos constituían líneas evolutivas diferentes a las de los dinosaurios –que eran exclusivamente terrestres- la explicación no es lo suficientemente clara. Una de las escenas más impactantes es, por otra parte, la del “vuelo” de los dinosaurios tras la llegada de la onda de choque resultante del impacto de meteorito que supuestamente provocó el final de su era. La imagen resulta muy televisiva pero, al menos para cierto número de científicos, dista de estar demostrada. Eso sí, la serie acierta al plantear un escenario complicado para los últimos dinosaurios, en el que escaseaban los alimentos debido a los cambios climáticos y a las erupciones volcánicas.
Desde un punto de vista divulgativo, el mayor mérito de la serie radica en dos aspectos. Primero, el modo en que se corresponden cambios evolutivos biológicos con cambios geológicos. Y segundo, la manera en que presenta el movimiento de los dinosaurios, que se infirió a partir del estudio biomecánico de los esqueletos articulados y de las icnitas (huellas fósiles), que se combinaron y simularon por computadora.
Etiquetas: documental